Youtube Video de La oración de Pablo (Parte 3)

Efesios 1:15-23.

 

INTRODUCCIÓN

(1) En este sermón seguiremos meditando en la oración del apóstol Pablo por sus hermanos en la ciudad de Éfeso. En la segunda mitad de la oración el apóstol pide para que ellos conozcan tres realidades fundamentales de la vida cristiana (hemos visto ya las dos primeras):

(i) La esperanza a la que fueron llamados (v.18); (ii) Las riquezas de la gloria de Su herencia en los santos (v.18); (iii) Las dimensiones del poder que actúa en sus vidas (v.19-23).

 

Tres palabras calve: ESPERANZA, HERENCIA y PODER.

 

Hoy estaremos considerando juntos la tercera de ellas: el PODER. En los v.19-23 el apóstol ruega por sus hermanos, para que fuesen conscientes del poder de Dios que estaba actuando en ellos.

Quiero que notéis que Pablo no les llama a pedir por poder… sino a conocer la categoría de poder que actuaba en sus vidas… que ellos fuesen conscientes de la grandeza de ese poder. Así leemos en el v.19:

 

“… y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza…”.

 

(2) Esta fue la primera lección que Dios le dio a Israel al sacarles de Egipto:

Lo primero que Dios hizo al sacarles de la esclavitud fue llevarles en dirección al Mar Rojo. A sabiendas de que el Faraón vendría a por ellos, Dios les puso en una terrible encerrona. En poco tiempo el pueblo de Israel se encontraba entre la espada del Faraón y las aguas del mar.

En aquella situación el pueblo se quejó delante de Moisés: “¿No había sepulcros en Egipto, que nos has sacado para que muramos en el desierto?” (Éxodo 14:11a); a lo que Moisés respondió: “No temáis; estad firmes, y ved la salvación que Jehová hará hoy con vosotros… Jehová peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos” (Éxodo 14:13, 14).

Dios quería enseñarles, desde el principio, a descansar en Su poder.

Sus enemigos eran muy superiores a ellos… y ¡Dios les puso en una situación en la que nada podían hacer!

Pero el propósito divino era que fuesen testigos del despliegue de Su poder – cuando el mar se abría ante ellos –, de modo que toda su travesía en el desierto aconteciese en dependencia en el poder de Dios.

Creo que estaréis de acuerdo conmigo en que nuestra tendencia es movernos de la confianza en nuestras fuerzas a las cuevas del desespero.

Gran parte de nuestros temores e incredulidades – y por ende de la flaqueza de nuestra vida cristiana – derivan del vicio pecaminoso de confiar en nosotros mismos. Esto nos lleva pendularmente del orgullo al desespero.

Pablo ora para que seamos conscientes del poder que opera en nuestras vidas. Solamente a partir de este conocimiento podremos encontrar descanso (humildad) y vigor espiritual (fe). Ver: Efesios 6:10.

(3) Acerca de este poder, aprendemos:

  1. Primero, que se trata de un poder supereminentemente grande (v.19);
  2. Segundo, que es el mismo poder que actuó en Jesucristo (v.20-23).

 

  1. LA SUPEREMINENTE GRANDEZA DE SU PODER (v.19).

“… y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza…” v.19.

Lo primero que nos dice es apóstol es que se trata de un poder supereminentemente grande (dínamo: habilidad).

La palabra supereminente quiere decir sin límites, excesivo; mientras que grandeza habla de trascendencia. La idea es que se trata de un poder que trasciende a la Creación y, por ende, muy superior a nosotros mismos. 

En la segunda mitad del versículo se utilizan otras tres palabras distintas (en el griego) para referirse a este poder. Las consideraremos de atrás hacia adelante (raíz, tronco y fruto): “fuerza”, “poder”, “operación”.

“… según la operación del poder de su fuerza” (v.19b).

La tercera es isujs (la fortaleza intrínseca de Dios); la segunda es cratos (dominio, gobierno); y la primera es energeo (poder en acción).

En conjunto, decimos que el Dios Todopoderoso (isjus), que tiene todo bajo su gobierno (cratos), es quien actúa eficazmente en el creyente (energeo).

 

En definitiva, el propósito del apóstol es que conozcamos que es el poder de Dios, y no el nuestro, el que explica la vida cristiana… Este es el poder de Aquel que, mediante Su Palabra, creó todo lo que existe… y quien sustenta todas las cosas en existencia. Este es un poder que no puede ser detenido por nada de lo creado, pues todo descansa en esta categoría de poder.

 

2. EL MISMO PODER QUE OPERÓ EN CRISTO (v.20-23).

A seguir, Pablo nos lleva a considerar a Jesucristo… y afirma que el mismo poder que actuó en Él es el que actúa en Su Iglesia. Si queremos conocer el poder que actúa en el creyente, hemos de mirar a Jesucristo.

Para ayudarnos a entender este asunto, el apóstol utiliza su metáfora favorita para referirse a la relación de Cristo y su Iglesia:

“la Cabeza y el Cuerpo” (v.22-23).

Es interesante notar que Pablo es el único que utiliza esta metáfora. Un pastor y teólogo llamado Alister Begg cree que esta metáfora debe haber sido fruto del encuentro de Jesús con Pablo a las afueras de Damasco, cuando le dijo: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (Hch.9:4). Fue ahí donde él entendió la relación mística/espiritual entre Jesucristo y su Iglesia.

Cuando se dice que Jesucristo es Cabeza de la Iglesia, ciertamente se habla de su autoridad, pero también se indica que compartimos su vida, que recibimos de él todo lo necesario para vivir (la vid y los pámpanos).

Las Escrituras enseñan que existe una unión mística/espiritual entre Jesucristo y el creyente, de modo que la vida de Cristo actúa en el creyente.

El nuestro es un poder por nuestra participación (unión) Con Cristo.

El apóstol destaca tres modos en el que el poder divino actuó en Jesucristo, y ahora actúa también en el creyente. Los enumero: (i) La RESURRECCIÓN (v.20); (ii) La GLORIFICACIÓN (v.20); El SEÑORÍO (v.21-23).

 

(i) El poder de la RESURRECCIÓN.

“…la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos…” (v.20a).  

Lo primero que nos dice el apóstol es que el poder que actúa en nosotros es el poder que actuó en Jesucristo resucitándole de entre los muertos. Ahora bien, es importante que nos detengamos un poco en este punto… ¡el mismo poder que levantó a Cristo de la muerte opera en el creyente!

¿Cómo entender esta verdad?

Pues bien, en primer lugar, podríamos decir que se refiere a la resurrección futura. Si el poder que resucitó a Jesucristo de entre los muertos opera en nuestras vidas, tenemos la esperanza de que nosotros resucitaremos juntamente con él. Así leemos en Romanos 8:11:

Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.”

Pero, desde luego, el apóstol no nos habla solamente de un poder futuro, sino de un poder que actúa desde ya en el creyente… El poder de la resurrección actúa desde ya en el creyente dándole lo que las Escrituras llaman “vida espiritual “la vida de Dios en el alma” (Henry Scougal).

Efesios 2:1:

“Y Él os dio vida cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecado…”

Esta vida está caracterizada por (a) verdadera comunión con Dios (conocimiento de Dios) y (b) poder para vencer al pecado y crecer en santidad. Este es el poder por el que el pecado ya no esclaviza al cristiano, pues en él opera una nueva vida que promueve santidad.

Esta vida espiritual, que se nos imparte en la regeneración, es la que nos lleva a arrepentirnos sinceramente de nuestros pecados, a confiar en Jesucristo y a crecer en santidad.

Queridos hermanos, la vida cristiana es tan distinta a nuestro estado presente (pecado), que sólo puede entenderse como el irrumpir de una nueva vida… el poder de la resurrección (…).

Claro… si pensamos en términos religiosos, no hace falta el poder de la resurrección.

Si la vida cristiana se reduce a aceptar un credo, a esforzarse por seguir determinados mandamientos, a tener ciertos hábitos espirituales, a hacer prosélitos, a o labores ministeriales… el poder de Dios no es imprescindible. Se puede más o menos hacer sin Su ayuda.

Pero cuando hablamos de arrepentimiento del corazón (humildad de espíritu); de salir del centro de nuestras vidas para seguir a Jesucristo; de amor sincero para con los hermanos; de poner la otra mejilla; de correr la segunda milla; de deseos profundos de comunión con Dios; o de la férrea lucha contra el pecado aún en sus manifestaciones más ocultas… entonces, mis hermanos, ¡sólo el poder de la resurrección lo pude explicar! No hay otro modo de entender estar realidades (…).

La vida cristiana – a diferencia de la mera religión – es como la vara de Aarón que florece:

Los hijos de Coré se rebelaron contra la autoridad de Moisés y Aarón, deseando protagonismo en medio de Israel. Entonces Dios mandó que los príncipes de cada tribu trajesen una vara de almendro seca y la dejasen en el Tabernáculo, en la presencia de Dios. Y a la mañana siguiente nos cuenta la narrativa bíblica que la vara de Aarón había reverdecido, echado flores, arrojado renuevos, y producido almendras (Números 17:8).

¡Solamente Dios podía hacer eso!

Queridos hermanos, la vida cristiana es como esa vara de almendro seca… que sólo por el poder de Dios es capaz de volver a la vida y fructificar. Esto es, en efecto, lo que hacía la diferencia entre la falsa religión de los hijos de Coré y la verdadera fe del sacerdocio de Aarón. El creyente es fruto de una vida que sólo puede explicarse a partir del poder de la resurrección.

 

Amigo aquí presente, ¿eres consciente de este poder actuando en ti? (…).    

 

(ii) El poder de la GLORIFICACIÓN.

“…y sentándole a su diestra en los lugares celestiales…” (v.20b).  

Lo segundo que aprendemos es que Jesucristo no solamente resucitó de entre los muertos, sino que se sentó a la diestra del Padre en los lugares celestiales. En otras palabras, la resurrección de Jesucristo – a diferencia de la resurrección de Lázaro o del hijo de la viuda de Naín –, fue una resurrección para no volver a morir… una resurrección con cuerpo de gloria.

Tanto es así, que la narrativa bíblica nos cuenta que los discípulos vieron mientras Jesucristo subía a los cielos con un cuerpo de gloria para sentarse a la diestra de Dios el Padre, donde está en el presente (entiéndase esto como se pueda… no entraré en especulaciones al respecto).   

 Es en este sentido en el que Jesucristo inaugura una nueva humanidad… Él es el último Adán, quien venció al pecado y a la muerte para sentarse a la diestra del Padre como representante de su pueblo.

Entiendo que esto sea difícil de entender para muchos. Tal vez algunos es la primera vez que lo oyen… pero la Escritura nos enseña que Jesucristo viene a inaugurar una nueva humanidad, un nuevo hombre…

Él es el precursor y garante de glorificación de su pueblo.

Y, hermanos, que Jesucristo esté sentado en el día de hoy a la diestra del Padre es la firme garantía de que un día cada uno de los suyos estará allí con Él. Tanto es así, que en el v.2:6 el apóstol habla como si, en efecto, ya estuviésemos sentados ahí con Él (pues Él nos representa).

Decimos que este poder es la firme garantía de nuestra perseverancia final… de que cada uno de ellos que verdaderamente son suyos han de llegar hasta el final… no se perderán.

“…y mientras en el cielo esté, nadie de Él me apartará, nadie de Él me apartará…”.

Hermanos, llevo diez años en la pastoral, y he visto a muchos abandonar la fe… entre ellos algunos que parecían estar dando frutos muy genuinos. Pero la cizaña se parece mucho al trigo, y no podemos subestimar el extraordinario poder de la religión externa. Muchos viven una práctica religiosa impoluta sin dejar el centro de sus vidas… sin salir del trono. De estos, un buen grupo abandona por el camino, y otros sólo se harán evidentes en el Juicio Final.

Pero sobre aquellos que de verdad son de Dios, sabemos que Su poder les guarda. ¡Esta es la única explicación de nuestra perseverancia! ¿Quién de nosotros podría mantenerse de pie a parte de este poder? ¡¿Quién podría luchar contra el pecado, vencer al diablo y al mundo?! ¿Quién sería capaz de soportar las pruebas y el trato divino sin rebelarse… sin claudicar?

¡La única explicación para la perseverancia de los santos es el poder de Dios!

 

Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero.”

1 Pedro 1:3-5.

 

(iii) El SEÑORÍO (v.20b-23).

Finalmente, hemos de considerar el señorío de Jesucristo.

El apóstol sigue diciéndonos que Jesucristo fue puesto como Señor sobre todas las cosas… la suya es una autoridad plena.

Primero, se nos dice que fue puesto sobre todo “principado y autoridad y poder y señorío” (v.19). Aquí entiéndanse las huestes de ángeles celestiales y de las fuerzas demoníacas. Se nos dice que Jesucristo tiene toda autoridad sobre ellos. No hay fuerza espiritual por encima de Él.

Pero también tiene autoridad “sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero” (v.21).

Esto significa que Él tiene autoridad sobre todos los dominios y gobiernos de esta Tierra. Por encima del gobierno de España, por encima de los EEUU, por encima de Chino o Rusia, por encima de cualquier forma de Gobierno Mundial… Jesucristo reina.

 

En la ascensión de Jesucristo se cumplieron las profecías:

“Jehová dijo a mi Señor: siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.” Salmos 110:1;

“Pero yo he puesto mi rey sobre Sion, mi santo monte.” Salmos 2:6.

 

Y Jesucristo reina como Cabeza de Su Iglesia. Él reina como este nuevo Hombre que representa a su pueblo. Él es Cabeza sobre todas las cosas… y nosotros somos su Cuerpo. Esto nos recuerda que – en la medida en la que estamos sujetos a Él –, participamos de Su autoridad.

¿No es este un tema importante en los días que estamos viviendo?

Vivimos días en los que la presión contra la iglesia es cada vez mayor. Tanto a nivel espiritual como gubernamental, la hostilidad va en aumento. Esto puede hacer con que nuestros corazones se apoquen, con que sintamos vértigo referente al porvenir. ¿Qué podemos hacer al respecto?

Recordemos que la opresión espiritual está presente… que los ataques de Satanás serán constantes. También estemos preparados para la persecución. Los tiempos que estamos viviendo ya son tiempos de fuerte antagonismo, y la situación parece endurecerse rápidamente.

Ante todo ello, hemos de fortalecernos en el poder de Jesucristo.

Debemos recordar que ninguno de estos poderes se encuentra por encima de Él. En su autoridad que debemos seguir creciendo en santidad; en Su autoridad que debemos seguir predicando el evangelio; en Su autoridad que debemos seguir haciendo la obra misionera; en Su autoridad que debemos anclar nuestros corazones en confianza, gozo y paz.

Recordemos: ¡Jesucristo reina!

 

(4) LA PLENITUD DE AQUEL QUE TODO LO LLENA EN TODO (v.23).

Para finalizar el sermón quiero que notemos esta última frase del v.23.

Aquí se nos habla de la Iglesia como “la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo”. La Iglesia es la plenitud de Aquel que todo lo llena (!).

Sabemos que Jesucristo es pleno y no tiene necesidad alguna.

Sabemos, además, que Él es Aquel que todo lo llena en todo. Todo proviene de Él, y desde luego la vida de su Iglesia fluye de su gracia.

Y, de todos modos, se habla de la Iglesia como su plenitud… En cierto sentido, es correcto afirmar que la Iglesia viene a completar a Jesucristo.

Juan Calvino afirma que, así como el marido se encuentra incompleto sin su esposa, también Jesucristo esta “incompleto” sin su Iglesia.

Considero que la Iglesia completa a Jesucristo en la medida en que ella expresa la plenitud de gloria y belleza de Jesucristo como el Salvador.

 Queridos hermanos, ¿no es asombroso pensar de este modo acerca de nosotros? ¿No es asombroso que, en alguna medida, nosotros completemos a Jesucristo… que al ser partícipes de su gracia, nosotros tengamos algo noble y verdadero que ofrecerle?

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26/12/2021

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