Youtube Video de La oración de Pablo (Parte 2)

Efesios 1:15-23. LA ORACIÓN DEL APÓSTOL PABLO.

 

INTRODUCCIÓN

(i) Seguimos meditando en la oración de Pablo por sus hermanos en la ciudad de Éfeso. Nada nos adentra más a la teología y al corazón de un cristiano que considerar sus oraciones. Si quieres saber qué es lo que está en el corazón del creyente – su credo y esperanzas –, tienes que escucharle orar… debes prestar atención al espíritu y al contenido de su oración.

Vimos que la oración está dividida en dos apartados principales: GRATITUD (v.15-16) y PETICIÓN (v.17-23). En el último sermón consideramos el apartado de gratitud e introducimos el de petición. Vimos que Pablo estaba agradecido al saber de las evidencias de la gracia de Dios operando en la vida de sus hermanos: fe en el Señor Jesucristo y amor por todos los santos.

En base a estas evidencias, Pablo intercede por ellos (…). Y lo primero que pide es que sus hermanos crezcan en “el conocimiento de Dios” (v.17).

¡Esto es siempre lo más importante!

El apóstol ruega para que el Espíritu de Dios les otorgue un corazón sabio y luz en el entendimiento para seguir creciendo en conocer a Dios

¿Has orado por tus hermanos en la fe esta semana? ¿Has agradecido por ellos? ¿Has pedido para que crezcan en el conocimiento de Dios?

Debemos poner en práctica todos estos principios.

 

(ii) A seguir, Pablo ora para que los creyentes conozcan tres realidades que Dios les ha otorgado, y a partir de las cuales deben vivir la vida cristiana (introducidas por la palabra: “cuál”):

ESPERANZA, HERENCIA y PODER (v.18-23).

“… alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos…” v.18-19a.

Mi deseo en este sermón es que podamos considerar cada una de estas verdades y aplicarlas a nuestras vidas. Aprenderemos:

(I) La esperanza de nuestro llamamiento, (II) La herencia que nos espera (III) y El poder que actúa en nuestras vidas.

 

Entremos en cada uno de ellas:

I. LA ESPERANZA A LA QUE HEMOS SIDO LLAMADOS.

 “cuál es la esperanza a la que hemos sido llamados…” (v.18).

 

Breve aclaración del término:

Cuando la Biblia utiliza el término esperanza, lo hace de un modo distinto al que se utiliza en nuestro tiempo. Hoy en día se usa el término esperanza para hablar del deseo de que alguna cosa más o menos improbable llegue a acontecer (Ej.: “tengo la esperanza de que el Granada gane la Liga”; o “espero que la inflación descienda antes de fin de año”).

La Biblia, por su parte, utiliza el término para referirse a certezas, convicciones… pero certezas de realidades que están en lo porvenir. Podemos decir que la esperanza cristiana es la certeza absoluta de determinadas verdades que aún no experimentamos en plenitud… es la espera de estas realidades con plena confianza, paciencia, gozo, paz…

Repito: no hay nada de improbable en la esperanza cristiana… antes, ella trata de “certezas”, de “firmes convicciones”.

En términos teológicos, decimos que la esperanza es “la fe orientada hacia el futuro”; y, posiblemente, la mejor definición del término “esperanza” la encontramos en Hebreos 11:1: Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.”

El apóstol ora para que nosotros vivamos en el presente con una firme convicción referente al porvenir… con la firme certeza de todo lo que el Padre nos ha prometido en Jesucristo.

 

Dejadme daros algunos principios importantes sobre la esperanza cristiana:

 

(i) En primer lugar, esta esperanza proviene del llamado de Dios… no en nosotros.

El apóstol ora para que conozcamos “la esperanza a la que hemos sido llamados” (v.18). También puede traducirse como la esperanza de nuestro llamado o derivada del llamado. La idea es que es el llamado de Dios sobre nuestras vidas lo que promueve nuestra esperanza.

Queridos hermanos, tal vez una de las mayores dificultades de la esperanza cristiana deriva de la enorme distancia entre lo que Dios nos promete y nuestro presente estado. Dios nos promete cuerpos redimidos, y los nuestros se van muriendo; Él nos promete una santidad perfecta, y a cada día luchamos con el pecado; Él nos promete una Nueva Creación, y esta se desvanece; Él nos promete ver a Dios, y nuestra experiencia de su presencia es preciosa, pero limitada.

Esta fue la experiencia constante y creciente de Abraham y Sarah.

Dios les había prometido un hijo, pero lo cierto es que Sarah era estéril y ambos iban envejeciendo. De modo que había una gran distancia entre las promesas de Dios y lo que ellos podían ver en sus vidas.

Esta realidad nos recuerda que la esperanza no descansa en el hombre.

En todo este proceso Abraham y Sarah aprendieron a descansar sus esperanzas en el carácter de Dios (su fidelidad y poder) y en sus promesas – en su llamado sobre su vida.

 

Leemos:

El creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes, conforme a lo que se le había dicho: Así será tu descendencia. Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara. Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido; por lo cual también su fe le fue contada por justicia.” Romanos 4:18-22.

 

¡La esperanza no reside en nosotros, ni en nuestras circunstancias!

Es la fidelidad del carácter de Dios y la eficacia de su llamamiento (eterno, electivo, anclado en Jesucristo) lo que garantiza sus promesas… es ahí donde debe descansar nuestra esperanza.

 

(ii) En segundo lugar, esta esperanza define la vida cristiana de este lado de la eternidad.

Podríamos decir que, en el presente, la vida cristiana es esperanza (…).

La Escritura enseña que hemos sido salvos en esperanza… esperando lo porvenir. En palabras del apóstol Pablo, en Romanos 8:24-25:

“Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo? Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos.”

Esto significa que lo que Dios nos promete no encuentra pleno cumplimiento en esta vida. Vivimos el presente experimentando una importante brecha entre las promesas divinas y nuestra experiencia inmediata… de modo que somos llamados a esperar con paciencia la plenitud de la promesa.

Además, lejos de establecer nuestras vidas en el presente, o esperar aquí la plenitud de nuestra herencia, entendemos que esta es una vida para ser invertida… como una semilla que debe ser sembrada para fructificar.

Mientras entregamos nuestras vidas en el presente, aguardamos con paciencia la herencia venidera.   

 

(iii) Finalmente – en tercer lugar – debemos vivir la vida cristiana a partir de esta esperanza. Decimos que esta es una esperanza necesaria… esta es la razón por la que el apóstol Pablo ora para que crezcamos en esperanza.

Esta fue la experiencia de los antiguos:

Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Porque por ella alcanzaron buen testimonio los antiguos.” Hb.11:1-2.

 

Razones por las que la esperanza es necesaria:

 

  1. La esperanza cristiana nos guarda de la mundanalidad.

Por mundanalidad me refiero a establecer nuestras vidas en las cosas creadas… a buscar las cosas creadas como un fin último, como nuestro último anhelo y hogar. Es la esperanza cristiana la que nos impulsa a salir del centro de nuestras vidas para buscar las cosas de Dios.

Ejemplo de Abraham:Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba. Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa; porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.” Hebreos 11:8-10.

 

  1. La esperanza cristiana nos guarda del desespero.

Si por un lado ella nos libra de la mundanalidad, por otro no nos deja caer en el desespero. El hombre sin Dios necesita la mundanalidad para no caer en el desespero… necesita creer que vale la pena establecer las cosas de este mundo como un fin último para no llegar a la conclusión de que no vale la pena vivir (Ej.: la mundanalidad del joven y el escepticismo del viejo).

El creyente, por su parte, se esfuerza en el presente anclado en una firme esperanza futura. Sé que muchos consideran esta esperanza escapismo… y piensan que ella nos llevaría a la inacción. Pero todo lo contrario es cierto… aquel que descansa en la redención de todas las cosas encuentra vigor para servir en amor en el presente (hospitales, escuelas, orfanatos, etc.).

 

“Si los muertos no resucitan, comamos y bebamos, porque mañana moriremos… (a partir de la resurrección de Jesucristo, decimos:)

¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley. Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo. Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano.” 1 Corintios 15:32b, 55-58.

 

  1. La esperanza cristiana nos prepara para sufrir (glorificando a Dios).

Ejemplo de Moisés:

“Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón. Por la fe dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible.” Hebreos 11:24-27.

 

Ejemplo del apóstol Pablo:

Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día. Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.” 2 Corintios 4:16-18.

 

Ejemplo de nuestro Señor Jesucristo:

Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar.” Hb.12:1-3

 

  1. La esperanza cristiana promueve nuestra santidad.

Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él. Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro.” 1 Juan 3:1-3.

“Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán! Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia. Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz.” 2 Pedro 3:11-14.

 

LAS RIQUEZAS DE LA GLORIA DE SU HERENCIA EN LOS SANTOS.

 

Sobre esta herencia del Padre, sabemos de las Escrituras que incluye:

  • La visión beatífica… la visión de Dios, cumplimiento de nuestras más profundas aspiraciones.
  • La resurrección del cuerpo… la redención de toda la persona.
  • La restauración de todas las cosas… Nuevos Cielos y Nueva Tierra.

Leer: Apocalipsis 21:1-8.

Predicador:
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Libro:
Fecha:
05/12/2021

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