A seguir redacto algunas reflexiones escritas en estos días de confinamiento. Abarcan diversas cuestiones sin un orden determinado. Espero que sean de ánimo para la iglesia. ¡Sigamos aprendiendo!

SOBERANÍA

Este pequeño virus ha puesto al mundo patas arriba. Nuestras agendas fueron directamente al bote de la basura y nuestra previsión anual logró ser peor que el pronóstico del tiempo en Granada. Nuestra falsa percepción de control desapareció de un plumazo, y recordamos una vez más que no somos sino hombres. ¿Por qué? ¡Porque sólo Dios es Dios! Esto es lo primero que estamos aprendiendo. La pandemia grita a voces que la vida y la muerte están en Sus manos, que antes de hablar de nuestros planes debemos decir: “si Dios quiere…”; y que la sabiduría consiste en encomendar nuestras vidas a Aquel que gobierna sobre todas las cosas.

TEMOR

La pandemia nos enseña a temer. No me refiero a tenerle miedo al virus. El hombre sin Dios teme a la muerte. También los cristianos somos tentados por el miedo. Pero debemos aprender a vencer el temor impío al coronavirus con el temor piadoso de Dios. El Señor está desnudando su brazo de poder y muchos están muriendo. Sus juicios se derraman sobre la Tierra. La iglesia también está bajo Su disciplina. Experimentamos sufrimientos y la base de nuestra fe es probada. ¿Qué hacer? Callar en Su Presencia, aprender a asombrarnos ante la terrible gloria de Su majestad y postrarnos delante de Él. Solamente ahí encontraremos paz.  

ARREPENTIMIENTO

Son días de arrepentimiento. Cuando el Padre nos disciplina no pretende aplastarnos, sus azotes son para sanidad, no para destrucción. Pero el hijo sensible a la corrección evalúa su corazón. ¿Qué pecados deben ser confesados? ¿Cuáles abandonados? ¿Qué debe cambiar en mi vida? Hay un tiempo de llorar. Como iglesia no lo debemos desaprovechar. Queremos ser cada vez más como Jesucristo y los sufrimientos tienen como propósito llevarnos en esa dirección.

ESPERANZA

El cristiano tiene una esperanza invencible. Ella descansa a la derecha del Padre, donde Jesucristo está sentado como nuestro Representante. Solamente “… cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con Él en gloria (Colosenses 3:1-4). Cuando las cosas que amamos en este mundo comienzan a tambalear, el Padre nos invita a alzar nuestra mirada al Cielo – a desprendernos del insoportable peso de los ídolos del corazón. No me refiero al escapismo. ¡Nada de eso! El Cielo descenderá a restaurar la Tierra, la juzgará y renovará; pero somos advertidos de que esa redención no será completa en el presente sistema, ni descansa en las estructuras de este siglo. ¡Esperamos por completo en la llegada del Rey! Su venida está cerca. ¡Se oyen las trompetas!

IGLESIA

En este tiempo no hemos podido reunirnos en el local. Esto nos ha enseñado que la iglesia no es un lugar físico, sino un cuerpo espiritual. Lo que nos une es Jesucristo sentado a la diestra del Padre como Cabeza de la Iglesia, y el Espíritu Santo que habita en nuestros corazones. La verdadera iglesia se manifiesta en el ministerio de la Palabra, en la Obediencia y el Sufrimiento. Todo esto lo estamos experimentando juntos en este tiempo. Esto nos ha unido como iglesia.

FAMILIA

Las familias están aprendiendo a ser pequeñas iglesias el seno del hogar. Padres han tenido que llevar mayor peso en el ministerio de la Palabra y madres han tenido que cargar con mayor ahínco en la formación del hogar. Muchos pecados han aparecido y han tenido que ser confrontados. Hijos distantes están más abiertos a escuchar el mensaje del evangelio. No nos cansemos de edificar nuestros hogares. Que cada uno de ellos sea una pequeña fortaleza del Reino de Jesucristo. Y para aquellos que viven solos, aplicad este principio a vuestra comunión con la iglesia, especialmente a los hermanos más cercanos. Nuestra familia es el pueblo de Dios.

TECNOLOGÍA

En este tiempo hemos echado mano de la tecnología como nunca antes. ¡Por lo menos ese es mi caso! Estamos agradecidos a Dios por este precioso medio de comunicación – expresión de la gracia común. Pero también reconocemos sus limitaciones. Nada puede suplir el abrazo de un hermano, el ósculo santo, en palabras del apóstol Pablo. Apreciamos el valor de nuestra constitución física y la necesidad que tenemos de la presencia física de aquellos a quienes amamos. Tal vez en la glorificación nuestros cuerpos trasciendan muchas de las limitaciones que la tecnología quiere solventar. ¡¿Quién sabe?! Son especulaciones… De momento, ¡espero que podamos vernos pronto! ¡Que Bonifacio nos dé uno de sus abrazos!

COMUNIÓN CON DIOS

¡Cuán preciosa es la Biblia y la Oración! En este tiempo hemos aprendido a bucear en ellas. Los temores y desalientos han movido nuestras almas a las fuentes de las que siempre fluyen aguas. Siempre han estado ahí, pero muchas veces las pobres viandas del mundo nos han apartado de ellas. Ahora reconocemos nuestra dependencia profunda de esta preciosa comunión. Sólo el pan del Cielo satisface el hambre del alma, sólo las aguas celestiales sacian el corazón. No te canses, hermano. Sigue bebiendo. Come sin parar. Esta es la única comida que no empacha ni engorda. ¡Come de la Palabra de Dios! ¡Busca el rostro del Padre en oración! Solamente ahí encontrarás plenitud de gozo y descanso en la tormenta.