
Se equivoca el que se utiliza de la doctrina de la justificación por la fe para vivir una vida laxa, o para sucumbir al pecado. No niego que esto pueda ocurrir. Pero, si ocurre, sólo dará evidencia de que estamos ante alguien que no ha conocido a Jesús. Tanto por la enseñanza bíblica, como la experiencia pastoral, doy fe de que esta doctrina es un revulsivo poderoso para vivir en santidad. La libertad de consciencia promovida por la justicia de Jesucristo (Rm.8:1), y la seguridad de la gloria final (Rm.5:2), impulsan al cristiano a correr más ligero y determinado por la senda de la santidad. ¿Cómo quitarnos el peso y el pecado que nos asedia, si no mirando a Cristo? (Heb.12:1) ¿Y qué es mirar a Cristo, si no descansar nuestra fe en todo lo que Él es para nosotros? ¿Y quién es Él para nosotros, si no justicia nuestra (1 Cor.1:30)?
La doctrina de la justificación por la fe también purifica nuestras motivaciones en la búsqueda de santidad. Esto se debe a que rompe de raíz las razones de nuestro orgullo (Ef.2:8-9). Sabemos que nuestra valía y aceptación delante del Padre descansan por completo en Jesucristo, y no en nuestro progreso en la santificación. Eso hace con que muramos al perfeccionismo, y estemos contentos con nuestros pequeños y torpes progresos en la semejanza a Cristo. Por otro lado, esta doctrina rompe con la tentación al desespero cuando pecamos (según Lutero, el peor pecado de todos). Sabernos justificados nos hace humildes para confesar nuestro pecado y volver con prontitud a la senda de la obediencia.
Por estas razones, entre otras, la justificación por la fe es un revulsivo para crecer en santidad.
Pr. Pedro Blois.
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