Si hay una verdad bíblica capaz de sostenernos en los mares más embravecidos, alumbrarnos en las noches más oscuras y revigorarnos aún en el lecho de muerte, es la que trata de la justificación por la fe. Esta doctrina es como una roca firme bajo los pies del cristiano sincero. Por ella aprendemos que nuestra aceptación delante del Padre descansa, de principio a fin, en la obra consumada de Jesucristo a nuestro favor; y esto porque el Padre nos declara justos al atribuirnos la perfecta justicia de Jesucristo, después de haber puesto sobre Él el peso de nuestros pecados. Esta justicia es recibida por la sola fe, sin ningún mérito u obra de nuestra parte. Aquí estamos en el corazón del mensaje del evangelio.

¿Por qué esta es una verdad tan importante, no sólo para el comienzo de la vida cristiana, sino para nuestro continuo peregrinar? Hermanos, el propósito del Padre para con cada uno de sus hijos es forjar en nosotros la imagen del Hijo. Esto no acontece sin que día a día Él haga aflorar la realidad de nuestro pecado con el fin de santificarnos. Esta es la razón por la que, en la medida en la que caminamos más cerca de Jesús, más conscientes somos de nuestro pecado. Aquello que apenas escuece al cristiano superficial es motivo de gran aflicción para el creyente maduro. Consciente de la santidad de Dios, el cristiano avanzado en el camino es mucho más sensible a la profundidad y gravedad de su pecado.

¿Cómo vivir el proceso con humildad, gozo y esperanza? ¡Sabiéndonos justificados! En la medida en la que el buen Padre hace aflorar nuestro pecado, nos arrepentimos con docilidad y soltamos nuestro peso a los pies de la cruz, sabiéndonos vestidos del manto de justicia de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo. Esta justicia a la que nada se puede añadir, y de la que nada se puede quitar, es la roca firme en la que descansa el corazón del cristiano en medio a los tratos, muchas veces severos, de su Buen Padre. Por lo tanto, animo a todo verdadero creyente a comenzar el año sabiéndose justificado por la sola fe en Cristo Jesús.      

Pr. Pedro Blois.