Dejadme daros algunos consejos más para adquirir sabiduría. No porque yo la posea. No la tengo. Por lo menos, no como quisiera. Pero prosigo en ello.

Solamente una observación: sé que el tema del blog estos días es la meditación, pero el propósito de la meditación es crecer en sabiduría.

Aquí van los consejos:

Primero, atesórala por encima de todas las cosas: “Bienaventurado el hombre que halla la sabiduría, y que obtiene la inteligencia; porque su ganancia es mejor que la ganancia de la plata, y sus frutos más que el oro fino. Más preciosa es que las piedras preciosas; y todo lo que puedes desear, no se compara con ella” (Pr.3:13-15). Son muchos los proverbios que hablan de la excelencia de la sabiduría, y que nos llaman a valorarla sobre todas las cosas, si es que deseamos encontrarla. Parece que Dios reserva el más preciado de sus bienes para aquellos que lo tienen en alta estima. ¿Cómo podía ser de otro modo?

Segundo, búscala con ahínco: “Si clamares a la inteligencia, y a la prudencia dieres tu voz; si como a plata me buscares, y la escudriñares como a tesoros, entonces entenderás el temor de Jehová, y hallarás el conocimiento de Dios.” (Pr.2:4-5). Una y otra somos advertidos que una búsqueda errática e impulsiva no es suficiente para crecer en sabiduría. Es necesaria determinación, disciplina y perseverancia para alcanzar el mayor tesoro. ¿Por qué es así? ¿Acaso está distante? No. Lo curioso del asunto es que la sabiduría está a las puertas, clamando por las calles (Pr.8:1-3), pero solamente los que detenidamente se sientan a sus pies pueden aprender de ella. Fue María, y no Marta, la que comprendió las demandas de la sabiduría.

Tercero, hazte primero un ignorante: “Nadie se engañe a sí mismo; si alguno entre vosotros se cree sabio en este siglo, hágase ignorante, para que llegue a ser sabio” (1 Cor.3:18). La sabiduría bíblica solamente se adquiere cuando somos heridos en nuestro intelecto por la cruz. La mente debe doblegarse a las Escrituras para que pueda adquirir algún conocimiento que sea digno de ese nombre. Eso sólo ocurre cuando el amor de Dios, en Cristo, rompe nuestro orgullo a los pies del madero. Por lo tanto, no existe verdadera sabiduría donde no haya una mente herida, para su sanidad, por la cruz de Jesús.


Pedro Blois

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